Es medianoche y una brillante Luna ilumina el camino por donde transito. No es necesaria otra luz para poder discurrir tranquilamente por este camino alejado de farolas y luminarias artificiales. Observando este astro no es de extrañar todas las leyendas, cuentos y mitologías que hay alrededor de él. Así como todas esas influencias que se le atribuyen algunas de las cuales no tienen ningún sentido científico. No voy a negar la placidez y relajación que me produce caminar en esta noche templada bajo su tenue luz, pero en ocasiones se le atribuyen influjos que exceden de la realidad.
Por el contrario hay poderes que tiene la Luna y que nos afectan más allá de lo que en ocasiones imaginamos. Poderes que son debidos a la fuerza de la gravedad, esa “mágica” atracción que todavía nos ofrece muchos misterios. Hay que tener en cuenta que la Luna es un cuarto del diámetro de la tierra y es el satélite más grande en relación con su planeta dentro del sistema solar. Esto hace que la influencia gravitatoria que la Luna ejerce sobre la Tierra es significativa para ésta.
Uno de los efectos más llamativos y que la mayoría ya conocemos son las mareas. Debido a la atracción que la Luna hace sobre la masa de agua de los océanos, ésta sufre una atracción que le hace ascender. Pero esto no queda sólo aquí. Esta acción sobre las mareas produce también una reacción gravitatoria en la propia luna que acelera su órbita, alejándola de la Tierra 3,8 cm al año1. A su vez, la fricción de las mareas produce que la rotación de la Tierra también se vea afectada, haciendo que vaya más lenta, apenas unos microsegundos por año, pero que a largo plazo tiene su influencia2.
Otra cosa que debemos agradecer a nuestra compañera de viaje es que contribuye a la estabilidad del eje de la Tierra. Qué quiere decir eso. Como ya sabemos de ver las bolas del mundo, el eje de la Tierra está ligeramente inclinado (23’5º) y este eje sufre un giro alrededor del eje de la eclíptica cual peonza en rotación. Este giro se llama precesión y se realiza cada 25.776 años. A su vez, existe una variación de la inclinación del eje de la tierra de unos 9 segundos de arco a cada lado cada 18’6 años, llamada nutación. Este movimiento de nutación está causado por la influencia de la Luna. Influencia que también ayuda a que ésta inclinación del eje se mantenga bastante estable. Sin la presencia de la Luna, la inclinación del eje terrestre podría llegar a los 85º1
¿Y en qué nos afecta todo esto? Pues en más de lo que creemos.
La posición de la tierra con respecto al Sol tiene gran influencia en el tiempo meteorológico y el clima de una determinada región. Lo comprobamos todos los días al ver cómo a la noche las temperaturas son más frescas que de día, e incluso en la diferencia en cada momento del día según incidan los rayos del Sol en donde estemos. Somos conscientes de las diferencias que hay en las estaciones del año hecho relacionado con la distancia de la tierra al Sol y el grado de incidencia de los rayos en cada hemisferio del planeta.
Pero nos resulta más complicado analizar las variaciones que se producen en espacios de tiempo mayores. Algunos de estas variaciones fueron estudiadas por el científico servio Milutin Milanković en las primeras décadas del siglo XX. Los ciclos de Milanković describen cómo ciertas variaciones en la posición y la órbita terrestre respecto del Sol han tenido influencia en los diferentes ciclos climáticos que se han dado a lo largo de miles de años en la Tierra.
Así, el movimiento de precesión y el de nutación que hemos visto antes, se le suman el de excentricidad, debido a que pasa de una órbita más elíptica a otras más circular, aunque en esta, la Luna no tienen ninguna influencia. Estas variaciones unidas hacen que en determinadas zonas del planeta varíe la cantidad y el ángulo de incidencia de la radiación del Sol que llega, teniendo una fuerte influencia en las dinámicas meteorológicas y climáticas de la misma, aunque estas variaciones puedan parecernos sutiles y en ciclos de varios miles de años. Actualmente cuando es verano en el hemisferio norte la Tierra se encuentra en la posición más alejada del Sol, y los rayos del sol le inciden más directamente que en invierno; al cabo de unos 10.000 años, debido al movimiento de precesión, el eje habrá dado media vuelta respecto al polo de la eclíptica, por lo que el verano del hemisferio norte coincidirá con la posición más cercana al Sol, y las estaciones estarán cambiadas respecto al calendario.
La próxima vez que miremos a la Luna, podemos ser conscientes también de la influencia que ella tiene sobre el clima, agradeciéndole que nos de una estabilidad orbital y por tanto climática. Pero en cualquier caso, no olvidemos de disfrutar de su presencia, su belleza y la serenidad que aporta en las noches despejadas.
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