Hace poco conocí el proyecto Half-Earth. He de reconocer que al principio me resultó un poco chocante. El pocas palabras, el proyecto plantea destinar la mitad de la Tierra a mantener la vida salvaje con el fin de recuperar y aumentar la biodiversidad global que se encuentra seriamente amenazada.
La acción humana ha reducido drásticamente la biodiversidad del planeta, llegando en algunos casos a la extinción de ciertas especies. Urge tomar medidas para recuperarla ya que de ello depende, no sólo la supervivencia de muchas especies naturales, sino también por la repercusión que esto tiene como acción positiva frente al cambio climático y otras afecciones contra el medioambiente que hemos causado como ser humanos.
Esta propuesta, aparentemente simplista por su definición, tiene detrás un gran trabajo de estudio con el fin de conocer qué zonas es necesario impulsar para que formen parte de esta mitad. Se ha mapeado la biodiversidad en los diferentes lugares del planeta, hecho que se puede ver en forma de mapas en su web (https://map.half-earthproject.org/) y según estos resultados se ha definido qué áreas son más urgentes.
El 50 % del terreno es un reto bastante alto teniendo en cuenta que las propuestas actuales en cuanto a biodiversidad están contemplando un 17% de la superficie terrestre y marina. Pero quienes están detrás del proyecto, creen que no sólo es posible, sino también necesario. Así se plantea que para 2030 sean el 30% las áreas destinadas a la conservación de la naturaleza y para 2050, que sean el 50%.
Personalmente esta propuesta me parece un gran desafío difícil de lograr por las dinámicas extractivas y de aprovechamiento de recursos que actualmente se están produciendo y que no veo que sean fáciles de cambiar. No obstante, creo que es una apuesta valiente que hay que intentar, porque es necesario tener unos destinos claros hacia los que circular, aunque ahora nos parezcan descabellados.
No obstante hay unos temas que no he alcanzado ver en la propuesta, pero que me parecen importantes tener en cuenta.
Por una parte cómo se va a hacer para compaginar la conservación de éstos espacios naturales con el aprovechamiento de los recursos en estas áreas. Muchas de las áreas protegidas están en países en vías de desarrollo países que en la lógica del mercado actual pueden tender a consumir éstos recursos naturales para poder mejorar su situación como ya lo han hecho los países occidentales en tiempos pasados. Si por el bien de la humanidad éstas áreas deben ser protegidas, habrá que ofrecer a éstas regiones una alternativa de desarrollo que no esté basada en el colapso de los bienes naturales.
Bajado a lo territorial, de igual forma que se deberá “compensar” a los países que albergan éstos espacios, se tiene que cuidar y promocionar los colectivos humanos que habitan éstos espacios naturales. Es el caso de comunidades indígenas que viven y conviven en estos espacios y están muy ligados a un uso racional. Habrá que ver cómo compaginar ambas pretensiones de convivencia.
Pienso que este proyecto de creación de espacios protegidos, debería estar acompañado también de la protección de la biodiversidad en regiones más pequeñas. Por ejemplo, un porcentaje de espacios naturales en los barrios, en las ciudades, en las provincias y así aumentando geográficamente. De esta forma se conseguiría también mejorar la biodiversidad en las diferentes escalas, con especies autóctonas. Esto se basaría en el poder de recuperación de la naturaleza, aunque los espacios dedicados no sean en un inicio espacios de especial protección. Creando espacios donde la naturaleza pueda recuperarse, ésta puede poco a poco ir aumentando su diversidad y con ello la diversidad global. Y así de paso, si las personas, habitantes de esos barrios, ciudades y pueblos, nos acostumbramos a tener en ellos espacios de protección, podremos valorarlos y aprender a apostar por ellos también a gran escala y en otros lugares. Tal vez así lleguemos a ese 50%, o más.
Bibliografía:
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