Protón estaba orgulloso, había conseguido formar parte de un átomo de hierro, y para un protón como él que valora formar parte de un grupo estable y numeroso este hecho era algo importante. Tal vez en algún momento podrá llegar a ser parte de un átomo más prestigioso cómo el de oro con 79 protones, el de plomo con 82 protones, o incluso el de plutonio con 94 protones. Para ello debería fusionase con más protones como él hasta formar esos átomos más pesados. Por ahora, formar este átomo de hierro junto con sus otros 25 compañeros protones cumplía sus propósitos. Además, los átomos de hierro eran de los más abundantes en ese planeta del que formaba parte y le aportaban gran parte de su masa.
Llegar hasta aquí no había sido fácil. Sus primeros recuerdos eran de cuando apenas era un protón solitario sin ni siquiera un triste electrón que le acompañara. Pero sabe que la historia había empezado mucho antes. Ha escuchado muchas veces la narración de los primeros momentos. Esas historias cuentan como hace 13.700 millones de años se produjo esa gran explosión en la que todo comenzó. Al principio se formó una gran sopa de quarks y de oras partículas, que la gran energía y temperaturas presentes hacían chocar. Fue un tiempo convulso y desordenado en el que ni la principales fuerza que luego regirían el universo estaban actuando. Tres quarks se unieron para formarlo, al igual que lo hicieron con el resto de sus compañeros protones. Este proceso tardó 200 millones de años tiempo en el que el universo se fue enfriando, y las partículas se fueron estabilizándose. En esa época consiguió su electrón y ya, protón y electrón se sintieron un verdadero átomo. Apenas un simple átomo de hidrógeno, pero un átomo al fin al cabo. Por aquel entonces casi todos eran átomos de hidrógeno, excepto algunos protones especiales que se habían podido juntar formando helio.
En aquellos inicios reinaba la oscuridad. Los átomos estaban dispersos por el universo, y todavía no se había formado ninguna estrella que diera luz. Protón se sintió atraído hacia otros átomos cercanos por una fuerza que para él era desconocida. Sólo sentía que cuantos más eran, más grande era esa fuerza y más átomos se iban juntando. Primero dos, luego tres, cinco, veinte… mil, cien mil, un millón, cien millones…. Protón era de los que estaba por el centro. Sentía la presión de todos los demás protones que se agolpaba a su alrededor moviéndose a toda velocidad y a pesar de que hacia fuerza por mantener la distancia llegó un momento en que no pudo más y acabó chocándose violentamente con otros protones. Cuando recobró la consciencia después del choque se dio cuenta de que ahora estaba unido a otro protón y a un neutrón que andaban por allí, se habían convertido en un átomo de helio. El choque también produjo, mucha energía y aquello empezó a brillar.
En otras partes del universo ocurrían cosas similares y pequeños puntos de luz comenzaron a adornar lo que hasta ahora era eterna oscuridad.
Protón estaba contento con su nueva compañía y así estuvieron largo tiempo. Los choques entre partículas de esa pequeña estrella continuaron y de vez en cuando ocurría una colisión lo suficientemente fuerte como para que un nuevo protón se uniera al átomo de nuestro amigo. Y así con cada nueva incorporación se iban transformando en un átomo nuevo de berilio, cesio,… y Protón era feliz formando parte de esos nuevos átomos y creía que así iba a seguir, subiendo en la jerarquía atómica.
Un buen día, Protón y sus amigos, ya formaban un átomo de hierro. Notaron que algo en la estrella no iba bien. Estaba perdiendo energía y no podía mantener el equilibrio que mantenía entre la fuerza de la gravedad y la fusión termonuclear de su interior y acabó por explotar.
Protón, en su átomo de hierro salió despedido al exterior, pasando a formar parte de un montón de materia y gas. Allí quedó por tiempo hasta que una vez más la gravedad vino en su busca e hizo que se uniera a otras partículas cercanas formando un nuevo planeta que a su vez giraba alrededor de una nueva estrella que comenzaba a brillar.
Las altas temperaturas hacían que en ese nuevo planeta la materia estuviera en forma líquida, esto hacía que los elementos más pesados como los de hierro al que pertenecía nuestro amigo se fueran hacia el centro del planeta y poco al poco, tras el enfriamiento de éste, se fueran manteniendo en este lugar hasta la actualidad.
Así es cómo nuestro amigo protón hace unos 4.500 millones de años acabó en el núcleo de la Tierra. Allí permanecerá por miles de millones de años, hasta que en algún momento el Sol, en sus últimas fases de vida engulla a la Tierra y explote, y en esa o en otra etapa le posibilite fusionarse con otros protones formando un elemento más pesado como el oro o el plomo, que siempre ha sido su sueño.
Imagen de cabecera: BENNU’S JOURNEY – Early Earth. Original from NASA. Digitally enhanced by rawpixel.
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