Hace años podía recorrer grandes extensiones sintiéndome como en casa. Podía encontrar comida sin tanta complicación. Siempre ha sido complicado cazar, pero al menos había más oportunidades, si un día me salía mal, siempre podría probar mañana en otro lugar, pero ahora… no es que haya muchos espacios donde elegir.

Y no hablemos de encontrar pareja. Con el poco número que somos la cosa está complicada. Casi todos somos familiares y por mucho que camine, no voy a encontrar alternativa. He llegado hasta los confines de nuestro territorio, pero no me atrevo a ir más allá, otros lo han intentado dejando atrás la protección de los árboles y no han vuelto.

Cuentan los más viejos que antes había muchos de nuestra especie, de diferente color, unos más grandes, otros más pequeños, que aguantaban más el frío, otros el calor… pero ahora… !Si todos parecemos iguales¡

Esta puede ser la historia de multitud de seres vivos que comparten el hábitat con nosotros. Y lo de compartir es un decir, porque más bien, habitan donde pueden, donde les dejamos. La falta de espacios naturales vírgenes o al menos “deshumanizados” es una de las grandes amenazas que hay para la biodiversidad. El ser humano, en su desarrollo, ha ido ocupando los hábitats naturales de multitud de especies reduciéndolos y fragmentándolos.

Un hábitat natural permite la existencia de un equilibro entre las diferentes especies que en él se encuentran y permiten la coexistencia entre ellas. Éstos hábitats, cuanto más grandes sean, permite la creación de diferentes nichos ecológicos con condiciones particulares que contribuyen a que se mantenga una gran biodiversidad. Así, pueden habitar en ellos numerosas especies diferentes, pero también miembros de la misma especie que poseen características diversas. En una determinada zona habitarán poblaciones mejor adaptadas a una temperatura, humedad, alimento y en otras habrá otras que se hayan adaptado a otras características. Cuando hay un cambio, puede haber un desplazamiento de unas poblaciones de un espacio a otro, o ampliar el número de una población manteniendo así el equilibrio.

La destrucción de hábitats naturales, para la construcción de ciudades, industrias o para la siembra de monocultivos hace que en éstos espacios se reduzcan drásticamente las especies que puedan vivir en él, debido a que no encontrarán alimentos o refugio. En estos casos, los hábitats se homogeneizan y por tanto la biodiversidad que hay en ellos cae drásticamente. Sólo podrán habitar en ellos ciertos animales que estén adaptados y que para el ser humano no constituyan un perjuicio, porque en cuyo caso, también se les hará desaparecer.

Pero aunque se mantengan espacios naturales con diferentes ambientes, si éstos no se encuentran comunicados entre si, no permitirán el intercambio genético entre poblaciones y la biodiversidad también se verá restringida. La fragmentación impide que la biodiversidad que hay en un territorio pueda beneficiar a otro, así, si en un territorio una determinada especie se encuentra amenazada por una enfermedad, por un determinado depredador o por un cierto cambio de las condiciones climáticas no podrá beneficiarse de la existencia de una población mejor adaptada que se encuentre en un hábitat cercano, pero inaccesible.

Esta reducción y fragmentación de los hábitats naturales es cuasa de la desaparición de especies que al bajar su población, no son capaces de sobrevivir a un cambio y que por otra parte se van deteriorando debido a la consanguinidad en el caso de poblaciones pequeñas.

Creemos por tanto espacios naturales, diversos, amplios y conectados, donde diferentes especies de fauna y flora puedan habitar, pues ésta biodiversidad es la base de su supervivencia frente a los cambios y por tanto de la nuestra.


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