Últimamente no me quieren dejar pasear sólo, como siempre lo había hecho. Sí es cierto que en algunos momentos me despisto y por un rato no se exactamente dónde estoy, pero no es nada del otro mundo. La edad no perdona y en ocasiones cuesta ubicarse, pero nunca me he perdido. Qué miedo hay en que pueda despistarme un poco. Tampoco soy un inutil que no pueda caminar sin compañía. Hemos notado que ya no se ubica como antes. Siempre ha sido bueno con la orientación, pero desde hace tiempo se despista, cada vez más. Comenzó como pequeños lapsus de ubicación, pero vemos que cada vez se despista más y toma direcciones equivocadas. No nos fiamos de que vaya sólo a la calle.
Me he propuesto hacer algún tipo de ejercicio que me ayude a pensar, pero nunca he sido de esas personas que disfruten con los juegos de mesa escribiendo o leyendo. Siempre me ha gustado más caminar, el monte y andar de aquí para allá haciendo recados para quien los necesitara. Noto que he perdido algunas capacidades, pero lo achaco a la edad. Es algo normal a mi edad. Nunca ha sido una persona que le haya gustado jugar a las cartas, hacer puzzles o solitarios. Siempre ha sido más de estar haciendo gestiones administrativas y preparando salidas a la montaña. Hasta hace pocos años ha ido a esquiar he incluso se animó a andar en piragua.
Cuando me quitaron el carnet fue el comienzo de las ataduras. Cierto es que últimamente no lo usaba demasiado, pero no tenían por qué impedírmelo usar. Todo fue culpa de aquella médico que se puso a hacerme pruebas, primero del corazón, luego con preguntas en las que dudé un poco. Y prueba tras prueba me fueron matando la esperanza de volver a conducir. Me cortaron las alas. Ahora cómo voy a ir a hacer los recados cuando alguien me lo pida. Cómo voy a ir libremente al pueblo o al monte cuando lo necesite. Por suerte le quitaron el carnet de conducir a tiempo. Todo comenzó cuando le tocó renovarlo. Unas pequeñas sospechas por parte de la médico le incluyeron en una serie de pruebas a partir de las cuales no se lo renovaron. Sabemos que eso era algo importante para él, pero veíamos que cada vez los reflejos los tenía más lentos y los pequeños lapsus de orientación que habían comenzado podían poner en peligro a él y a cualquier otra persona.
Lo que peor llevo es que me tomen como a un niño pequeño. Siempre he sido autónomo y he llevado los asuntos de la casa. Ahora no me dejan tocar el dinero y mucho menos llevar la tarjeta. Me da la impresión de que ya no queda mucho dinero en la cartilla. Si no lo llevo al día, ¿quién lo hará? Su mujer nunca se ha encargado de éstas cosas antes. El dinero es algo que le preocupa bastante. Siempre ha estado a cargo de las finanzas de la casa y ahora se siente que se le está apartando. Es consciente de que no maneja el dinero como antes, pero vemos que es algo importante para él. En ocasiones le viene la sensación de que la cartilla debe estar con poco dinero.
Mi mujer tiene la costumbre de esconderme las cosas. Así no hay quien se organice. Cada vez que voy a buscar algo no lo encuentro. Tengo que pasar un buen rato de una habitación a otra hasta que al final se lo tengo que preguntar y me lo dice. ¿Qué necesidad hay de esconderme las cosas? En casa le cuesta mucho encontrar las cosas. Las llaves, la cartera, los zapatos. En ocasiones da varias vueltas de un lugar a otro buscando las cosas y en ocasiones en lugares que no le corresponden, como buscar el teléfono en el baño.
No se por qué dicen que tengo mala memoria. A veces soy yo el que tiene que recordar los nombre y las cosas que pasaron. Hoy he estado con Lucio, mi compañero de trabajo. Le he tenido que saludar yo, porque el nome había visto. Recuerdo perfectamente aquellos tiempo en que trabajábamos juntos. Pero siempre disfruta recordando los tiempos pasados. Algunos recuerdos los tiene bien nítidos, como si hubieran pasado ayer. Te puede decir nombres y lugares especiales donde han estado, pero los más recientes…
Hoy ha sido un día algo alborotado. Hemos ido a celebrar mi cumpleaños y ha habído bastante alboroto. Ya tengo 87 años y ha estado bien juntarnos. Pero todo ha sido muy confuso. El servicio, los platos, y ni siquiera nos han servido el postre. Cuando se sale de lo habitual la confusión es mayor. Hoy hemos tenido celebración. Cierto es que han tardado mucho a la hora de servir y eso ha hecho que se descoloque y entre plato y plato no supiera exactamente qué era lo que faltaba. Incluso al acabar no recordaba que ya había tomado el postre.
Hoy me han dicho que venga a hablar con usted, me gustaría que les dijeras que no hay ningún problema en que salga de casa sólo a dar una vuelta, que no me va a pasar nada, que no tienen que estar detrás de mi vigilándome. Y por esto es por lo que hemos querido venir a hablar. Para ver cómo podemos ayudarle para que se encuentre bien y comprenda que ya no puede salir sólo, que estamos preocupados por él.
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