Cuando se habla de inteligencia artificial muchas veces la imaginación se me va hasta la película de Blade Runner y sus replicantes, pero reconozco que nos queda mucho para llegar a eso, si es que alguna vez llegamos.

Siendo más realistas, la inteligencia artificial, la entiendo como un sistema hecho por el ser humano que es capaz de aprender y gestionar los datos que recibe de su alrededor para tomar decisiones. Unas veces la decisión será dar una respuesta correcta, otras realizar un movimiento de ajedrez, otras elegir el mejor camino o no salirse de la carretera. Hay máquinas que ya hacen esto desde hace tiempo, pero creo que lo que aporta la inteligencia artificial es la capacidad de la máquina de aprender y mejorar con ello su toma de decisiones. Todo un reto para las matemáticas y su desarrollo de sistemas complejos, toda una ciencia.

Y no pensemos que el riesgo mayor es que las máquinas adquieran conciencia propia y decidan acabar con la humanidad. Creo que el riesgo sigue estando en otros intereses humanos que pueda haber en su uso, una máquina que aprenda a cómo vendernos mejor un producto, a manipular las encuestas o a diseñar un arma letal. También está el riesgo de que en su aprendizaje asuman prejuicios humanos y los incorporen en su hacer, contribuyendo a perpetuar injusticias.

No me asusta la inteligencia artificial, pero sí la ética artificial.


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